Ahora, lo siento en mi corrupta alma, pero no habrá historia sobre Astarot. Ese tipo no tiene vida virtual lo bastante interesante para entretener una patata y no quiero aburiros. Pero traigo más historias, como prometí. Está está dedicada a mi compañero de foro y a estas alturas amigo, Dark Hunter. Que la disfrutes.
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El rapto de una diosa
En el Antro se celebraba una gran fiesta. Era el décimo Aniversario de
Entrada ya la madrugada ocurrió. Un enorme toro negro atravesó las puertas imperiales raudo y desarmó al desprevenido general, para hacerse paso por entre la ebria muchedumbre hasta el sillón del trono. A lomos del fiero animal cabalgaba un ser oscuro, completamente encapuchado, larga capa volando a cada paso de la bestia. Esfinge lo vio antes de que la alcanzara, pero, sorprendentemente, no hizo nada por detenerle. Se oyó un rugido estremecedor, la cornamenta del animal se alzó y el intruso tomó a
Ya lejos del reino, cabalgando a gran velocidad: Esfinge desmelenada por el viento y sus elegantes ropas volando tras ellos,
- Me has secuestrado. Tu castigo debe ser la muerte. Pero antes de entrar en combate, dime tu nombre.
El hombre se giró y dejó caer la capucha.
-No tengo intención de combatir contigo, mi Diosa. Sólo honrarte como mereces. Como nadie ha podido honrarte jamás. Mi nombre es Dark Hunter.
Satisfecha por la respuesta, Diosa sólo le sonrió y a él le pareció la sonrisa más mágica y misteriosa que hubiera visto nunca.
Al alba, el animal estaba ya cansado pero había cumplido su cometido, dejando a su dueño en la entrada de una oscura cueva.
- Este es mi hogar.
-Creí que vivías con tu… manada –sonrió Esfinge con malicia, dejando claro que sabía quién era y de dónde procedía su secuestrador.
- Sí. Pero este es un lugar especial que nadie conoce. Acompáñame.
Le tendió la mano y ella la tomó para de los lomos del toro. Ambos se internaron en la cueva. Dark Hunter hizo un gesto con la mano y la luz brilló, alumbrando hasta el último rincón de la guarida. Esfinge se maravilló al ver aquel poder.
- ¿Eres un dios? –inquirió sorprendida.
Él sonrió, orgulloso.
- No. Pero tampoco soy un mortal.
Esfinge no preguntó más, amaba los misterios, y su mirada se perdió en las largas paredes de pared dorada que parecían no tener fin. En el centro de lo que ahora podía verse como una sala, una gran estatua la representaba a ella. Esfinge,
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¿Seguirá? Lo dudo, porque habría que meterle algo de lemon y no queremos ofender a nuestros recién adquiridos amigos del Antro. XD Auqnue si La Sanguinaria Black Rose nos ofrece un permiso de la Diosa por escrito y firmado con sangre divina... presionado, pero intentaré algo de lime para ir practicando. Eso no se me da mucho. Aunque ya digo que lo dudo, así que no os hagáis ilusiones.